miércoles, 11 de abril de 2007

El caso Stephen Glass: atentado fallido contra la verdad

El caso de Stephen Glass es sólo uno más de los escandalosos fraudes periodísticos de los últimos años. En mayo de 1998, este redactor de la revista The New Republic era despedido tras un largo proceso de investigación que demostró que su último artículo era inventado. Las sospechas comenzaron entre el personal de la edición digital de la revista Forbes, especialmente entre el redactor A. Penenberg, apoyado por su superior Kambiz Foroohar. Ambos comunicaron al redactor jefe de The New Republic, Chuck Lane, sus impresiones. Éste inició una revisión interna realizada en dicha publicación que acabó desvelando la verdad: ninguno de los hechos que Glass mantenían podían ser contrastados y, por tanto, se dedujo que la historia era falsa.

Esos son los antecedentes de la rápida caída de un periodista que había conseguido alcanzar la élite del periodismo político estadounidense con tan sólo 25 años. Pero lo asombroso de la historia es el alcance de la mala práctica profesional de Glass: se supo que, al menos 21 de las 47 piezas que elaboró para la prestigiosa revista, fueron fabricadas parcial o totalmente. Esto permite plantearnos varias cosas:

1. La facilidad con que se puede inventar una mentira y que goce de la legitimidad y la fiabilidad aportada por aparecer en una publicación como The New Republic.
2. La dificultad para detectar un posible caso de fraude periodístico, a pesar de la existencia de férreos procesos de revisión y contraste.
3. La posibilidad de que buena parte de la información que leemos sea falsa y que, por tanto, el concepto que tenemos del mundo no se corresponda con la realidad.

El personaje de Stephen Glass en Shattered Glass.

Importante fue en este acontecimiento el papel del periodismo digital. Fue en la edición digital de la revista Forbes donde se descubrió el pastel. Penenberg elaboró el artículo Lies, damn lies and fiction, en el que narra cómo comenzaron su sospechas sobre el reportaje de Glass El Paraíso de los Hacker. Según el periodista corrupto, un joven de 15 años había accedido a las bases de datos de la empresa Jukt Micronics. Ésta, en lugar de denunciarlo, lo contrató como asesor de seguridad en la Red. Y esto suponía un negocio redondo para el hacker: podía chantajear a la empresa de software a cambio de no dañarla con sus conocimientos.

Penenberg comprobó que la empresa carecía de página Web, que no figuraba en la Asociación de Fabricantes de Software, que no había pagado impuestos en California y, en definitiva, que nunca existió una entidad registrada con el nombre de Jukt Micronics. Esto fue un éxito para el periodismo en la red: una edición digital que sólo llevaba un año en funcionamiento había investigado y revelado un escándalo de tales dimensiones. De esta forma, Penenberg y Foroohar se defendían de la tradicional crítica que afirma que él "mal periodismo" es el que suele hacerse en Internet. Y los críticos alegan esto debido a que la inmediatez de la información en la Red implica que, a menudo, las noticias sean publicadas sin contrastar todos sus datos.

Stephen Glass intentó justificar su atentado afirmando que «sólo pretendía que el público le amara». Es decir, que se aferró al contra-principio periodístico de «no dejes que la realidad te estropee una buena historia» como a aun clavo ardiendo. Y cometió otros dos errores más: ser excesivamente ambicioso (cuando el periodista debe ser humilde y reconocer sus errores) y hacer de la mentira la cúspide de su labor. Tanto Forbes como The New Republic se pusieron de acuerdo en que la verdad es un valor fundamental del periodismo y que nadie está autorizado a violarlo. Opinión compartida por todos nosotros y por el profesor Carlos Elías, que apuntó algo similar a lo siguiente: «la equivocación de un constructor o un médico es menos grave que la de un periodista; mientras que la de los primeros afecta a pocas personas, la del segundo perjudica a toda la sociedad». Y peor es la situación si se tiene en cuenta que Glass no sólo no se equivocó, sino que quiso jugar conscientemente con la información.

Chuck Lane, redactor jefe de The New Republic.

A continuación adjunto un vídeo con un fragmento de la película Shattered Glass, de 2003 e inspirada en este fraude periodístico. En él se hace un recorrido por diferentes momentos del filme, mostrando la caída profesional del joven periodista.


4 comentarios:

Teresa Sandoval dijo...

¡Enhorabuena! Tus entradas tienen un contenido interesante, ameno, lleno de enlaces para profundizar y con elementos visuales adecuados. El blogroll también incluye variedad de enlaces. La calidad de tu blog es alta.
¡Sigue así!

Teresa Sandoval dijo...

Muy bien la presentación donde comentas el objetivo del blog y la breve trayectoria que también añades. Otro plus.

Mmmmm dijo...

Me parto con los títulos en plan broodway! Información con glamourrrrr!!

Un besitooo

**Sergio** dijo...

¡Enhorabuena! ¡Has sido elegido lupónn del año!Y no lo dice "emetesaandoo", lo digo yo. Oye, el vídeo ese de los dibujos que has colgado aquí...¿era una indirecta no? Tú qué haces aquí ehh...Me estáiss envejesieeendoo,jajaja. ¡Si es que cuando uno goza de la eterna juventud!

¡Y deja de pensar en el love por las noches, que al final se te va a terminar explotando una arteria, como a Evita en crítica!!

Siempre nos quedarán los gatos...

Besiño!